Una ciudad natal dedicada enteramente a la manufactura de relojes, una infancia marcada por la sombra del hermano mayor, el encuentro crucial con su profesor de dibujo y más tarde con los hermanos Perret, la transformación en “arquitecto-consultor para todo lo relativo a la decoración”, la amistad con Ozenfant y la fundación de una revista, la conquista de París, los libros, Joséphine Baker, la II Guerra Mundial, la relación con su madre, Nueva York, la India…
Jean-Louis Cohen nos brinda en estas páginas una sorprendente biografía ilustrada que recompone el complejo rompecabezas emocional, vivencial e intelectual de Le Corbusier a través de un mosaico poliédrico de breves episodios vitales. Un viaje en el que acompañamos al arquitecto franco-suizo a lo largo de su vida, y en el que los testimonios fotográficos —muchos de ellos inéditos hasta la fecha— y sus propias palabras —de euforia, de duda, de desilusión— adquieren tanto protagonismo como la incisiva mirada de Cohen.
Índice
Introducción. El planeta como obra
1887 – 1906 En el país de los relojes
1907 – 1912 El grand tour de occidente a oriente
1913 – 1924 A la conquista de París: de Jeanneret a Le Corbusier
1925 – 1940 El experto volador y las grandes obras
1940 – 1950 Una segunda juventud
1951 – 1958 Pasajes a la India
1950 – 1957 La fábrica y el archipiélago
1958 – 1965 Retornos y remordimientos
Origen de los textos Bibliografía
Origen de las ilustraciones
Acerca de esta edición
Jean-Louis Cohen
Al retomar un libro publicado en 2005, he conservado lo esencial del texto inicial, si bien este se redactó como respuesta, o reacción, a las imágenes, a menudo inéditas, que jalonan la trayectoria de Le Corbusier y que constituían su osamenta visual. He corregido, a lo sumo, torpezas en la redacción o datos erróneos, manteniendo la estructura y tono del discurso de la edición original.
En la medida de lo posible, había procurado ceder la palabra a Le Corbusier, recogiendo fragmentos de su correspondencia, de sus obras publicadas y de las anotaciones personales contenidas en sus cuadernos. De poca entidad, comparados con su extensa obra escrita, estos fragmentos restituían no solo las ambiciones y las glorias del arquitecto o del urbanista, sino también, mediante confidencias a allegados, las frustraciones del niño convertido en adulto y las desilusiones del ingenuo que fue en política. La palabra de Le Corbusier, ampliamente accesible gracias a la generosa política de divulgación de la Fondation Le Corbusier, se ha sacado demasiado a menudo de contexto, ilustrando por igual elogios que lo asfixian como denuncias que lo instrumentalizan o travisten. Si en su momento me pareció que la sobrecarga de notas o referencias no se adecuaba al espíritu de la compilación de la edición original, ahora estimo indispensable garantizar la máxima trazabilidad e inscribir cada observación en las condiciones de su formulación inicial. Por ello, el origen de cada una de las 240 citas que figuran en el texto se ha establecido con precisión al final del libro. Para reunir estas referencias que, por desgracia, no conservé, he procedido a extensas indagaciones, amparadas en la participación entusiasta de Arnaud Dercelles, responsable del centro de documentación de la Fondation Le Corbusier, y de investigadores que conocen mejor que yo algunas de las coyunturas de la obra de Le Corbusier. Celebro las aclaraciones de Jorge Francisco Liernur sobre Buenos Aires, de Damièle Pauly sobre Ronchamp, de Gilles Ragot sobre Firminy y de Jacques Sbriglio sobre Marsella. Mi agradecimiento también a las editoras de la editorial francesa Les Éditions Textuel, en particular a Marianne Théry y Manon Lenoir, sin olvidar a Julie Deffontaines, coordinadora de la producción de la edición inicial.
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
Introducción
El planeta como obra
Fernand Léger escribió un día: “Vi venir hacia mí, muy tieso, un extraordinario objeto móvil bajo un bombín, con sus gafas y su gabán negro. El objeto iba en bicicleta, obedeciendo escrupulosamente a las leyes de la perspectiva”. Este objeto con ruedas no identificado encontrado en Montparnasse no era otro que Le Corbusier, con quien Léger trabaría amistad en la década de 1920. Atento a su apariencia hasta el punto de que esta se convertiría en una especie de canon para muchos arquitectos deseosos de tener un aire moderno, en realidad, Le Corbusier apenas utilizó la bicicleta para andar por el mundo. Lo recorrió durante medio siglo en tren, en barco, en zepelín o en avión para lanzar eslóganes e ideas, trazar ciudades y construir edificios. Diagnosticado cruelmente por Marcel Duchamp como un caso de “menopausia masculina precoz sublimada en coito mental”, Le Corbusier no delineó una obra preconcebida y dogmática, como se le ha reprochado en ocasiones. La modeló en una constante reacción con el mundo que le rodeaba, observando las cimas o volando por encima de las montañas, deambulando por calles y plazas con su cuaderno en la mano. Recorrió el planeta para impartir conferencias o para supervisar la construcción de sus obras, atravesó paisajes, lugares, culturas, sociedades y sistemas de sociabilidad que se tradujeron en estímulos de sus inventos formales. Atento por igual a las creaciones de los artistas como de los ingenieros, conformó su repertorio visual y afectivo en contacto con las montañas suizas del Jura, con los museos italianos, el campo búlgaro, los monasterios toscanos o griegos, las fábricas alemanas o americanas, los paisajes indios, y en una frecuentación prolongada del París de los monumentos y los barrios.
Este movimiento incesante entre paisajes y seres queda recogido en el día a día de sus pequeños cuadernos y, sobre todo, en una especie de diario íntimo fragmentado, pues es esencialmente epistolar. Unas siete mil cartas, escritas entre 1908 y 1965 a sus allegados y a todos aquellos a quienes pretendía convencer, tejen una red de impresiones, esperanzas y resentimientos a través de la que traslucen política, arte y técnica. Escritores, artistas de todos los campos, hombres y mujeres de letras, figuras políticas o religiosas y caballeros de la industria desvían la trayectoria de Le Corbusier. Estos encuentros permiten descubrir cómo sus intenciones formales van más allá de las expectativas de sus interlocutores en una estrategia recurrente de seducción.
La dimensión épica, incluso novelesca, de esta aventura de los tiempos modernos solo podría ser restituida a condición de escapar a las trampas de la hagiografía y de no ocultar las pasiones secretas y los aspectos a menudo contradictorios de las iniciativas de Le Corbusier. La constante tensión entre su aspiración a una acción extensiva a escala planetaria, que hace de él la encarnación misma del experto internacional, capaz de elaborar en unos pocos vuelos el trazado de una ciudad que hasta entonces desconocía, y su gusto por la introspección aparecen en manifestaciones cambiantes. Enlaza con los paisajes que descubre y recoge mediante fotografías, croquis o textos a lo largo de seis decenios de viajes, con las lecturas y las amistades, pero también con los horizontes concretos de las ciudades en las que se han inscrito sus proyectos.
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL