¿Qué es la belleza? ¿Necesita el universo ser bello?
En un momento en el que parece haber quedado relegada al aspecto de las cosas y los seres, François Cheng nos introduce, siguiendo las grandes tradiciones de Oriente y Occidente, a una visión filosófica y ética de la belleza.
A lo largo de los dos textos recogidos en este libro, el académico francés reflexiona en torno a la antigua convicción de que existe un lazo íntimo que une belleza y bondad, un viaje que abarca desde la representación de la santidad, pasando por la singularidad de la creación artística y la simbología de la pintura China, hasta las virtudes humanas que Confucio atribuía a las grandes entidades vivas de la naturaleza.
Una invitación a renovar la mirada, a descubrir el pálpito estético que late en cada acción y la dimensión moral que se esconde en toda belleza.
Xavier Antich
ÍNDICE
Prólogo de Xavier Antich
¿Cómo mirar y pensar la belleza?
Ilustraciones
Discurso sobre la virtud
EXTRACTO DEL PRÓLOGO DE XAVIER ANTICH
Existe un hilo rojo, sutil, que vincula desde los antiguos bien y belleza.
O, si el bien parece una noción excesiva, incluso metafísica, podemos entender el bien en su dimensión humana, como bondad, y precisar el vínculo recordando que, desde tiempos remotos, belleza y bondad han vivido hermanadas, casi como inseparables. Así sucede, a pesar de la distancia geográfica, en dos culturas tan potentes y deslumbrantes como la griega y la china antiguas. En tiempos de Platón y Confucio, hace veinticinco siglos, la relación entre belleza y bondad expresaba una verdad profunda: que lo bueno es bello, y que lo bello, bueno. Esta verdad sugiere que la belleza no afecta solo al aspecto o la forma de las cosas, ya sean naturales o artísticas, proporcionando así en quienes las contemplan una sensación de agrado y placer, de bienestar emocional y de estímulo intelectual, sino que la belleza es también manifestación de la bondad, puesto que no puede reconocerse belleza allí donde hay maldad, inhumanidad o barbarie: la monstruosidad siempre ha aparecido como maligna. Y, de modo correlativo, esta verdad también sugiere que la bondad, como plenitud en la virtud y como estado de perfección en aquello que hace que una cosa o persona sea lo que es, es bella, puesto que, justamente por haber alcanzado ese estado, es deseable y deseada.