¿Qué diferencia a un artista de otro? ¿Qué te diferencia a ti del resto? Para un artista, poseer una voz única y personal lo es todo. Tu voz conforma el universo simbólico y estilístico que te distingue como creador y es, al mismo tiempo, tu tarjeta de presentación, lo que permite a quienes ven tu obra, ya sea en un museo o en las redes sociales, reconocerte como su artífice.
Pero desarrollar una estética única y personal requiere trabajo, tenacidad y claridad de visión. La ilustradora Lisa Congdon comparte en esta guía todos sus conocimientos y experiencias como artista para ayudarte a encontrar tu identidad creativa. A través de breves píldoras reflexivas, consejos prácticos e interesantes entrevistas a una gran variedad de artistas de primera línea, averiguarás la importancia del estilo, la destreza, la gestión de las influencias, la rutina, la experimentación, la vida social y todo aquello, en definitiva, que contribuye al desarrollo de una personalidad artística plena y genuina. Una guía práctica y directa en la que verás reflejadas cuestiones inmediatas del día a día de tu práctica creativa y que te ayudará a identificarte y a consolidarte como artista.
Índice
INTRODUCCIÓN
El conformismo es cosa de pájaros
CAPÍTULO UNO
¿Qué es la voz artística?
CAPÍTULO DOS
¿Por qué es importante tener una voz propia?
CAPÍTULO TRES
El camino
CAPÍTULO CUATRO
Gestionar las influencias
CAPÍTULO CINCO
La importancia de no faltar, practicar y establecer rutinas
CAPÍTULO SEIS
Empezar como sea: cómo sortear el miedo
CAPÍTULO SIETE
Estrategias para desarrollar tu propia voz
BIBLIOGRAFÍA
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN. EL CONFORMISMO ES COSA DE PÁJAROS
El inconformismo no es solo algo deseable, sino algo factual [...] Todo arte está basado en el inconformismo [...] Sin inconformismo no habríamos tenido en Estados Unidos una Declaración de Derechos, ni Carta Magna, ni tampoco sistema de educación pública, ni país en este continente, ni continente, ni ciencia de ninguna clase, ni filosofía, y tendríamos bastantes menos religiones. (Ben Shahn)
De niña, lo único que quería era encajar. Me crie en las décadas de 1970 y 1980 en un suburbio residencial del norte de California, una de esas zonas de casas adosadas idénticas: la nuestra era exacta a una decena de casas más de la misma calle. El primer día de sexto curso, Lisa Bundy, mi compañera de pupitre, se volvió hacia mí y me preguntó que dónde me compraba la ropa mi madre. “En JCPenney”, dije con timidez. “Ay, no —me contestó con desdén—, Bullock’s es el mejor sitio para comprar ropa. JCPenney es muy hortera”. Aquel día me fui a casa y, con total contundencia, informé a mi madre de que a partir de ese momento solo compraría ropa en Bullock’s. En secundaria estudié con devoción un libro que por entonces era muy popular, el Official Preppy Handbook, manual por excelencia de la juventud conformista. Al cabo de los años fui a una universidad católica y, pese a no ser católica ni religiosa en absoluto, empecé a asistir a misa con mis amigas por el solo hecho de que me sentía más aceptada y que formaba parte del rebaño. Durante la primera etapa de mi vida, el conformismo lo era todo para mí. Solo quería ser como los demás.
A los veintidós años, en mayo de 1990, me gradué de aquella universidad católica y al día siguiente me mudé, de manera bastante fortuita, a San Francisco, donde mi mundo interior explotó. Al cabo de solo una semana de estar allí me di cuenta de lo que con tanta elocuencia había expresado Ben Shahn: el conformismo es cosa de pájaros. Por primera vez en mi vida me hallaba rodeada de culturas diversas, de todo un espectro de identidades de género y de orientaciones sexuales, de libros, cine y moda y, lo más importante, de arte.
Me volví una consumidora voraz de arte —de arte visual, en particular— y empecé a visitar museos siempre que podía, a sacar de la biblioteca libros sobre movimientos artísticos y de diseño, a comprar ejemplares usados de biografías de artistas en la librería del barrio y a leerlos con verdadera fruición. A través de aquella nueva ventana al mundo empecé a reconocer el valor que tenía ser diferente y poner a la vista del mundo las ideas propias, por raras que pudieran ser. A partir de ahí, el péndulo empezó a oscilar en la dirección contraria: con cada día que pasaba comencé a valorar cada vez más el inconformismo, no solo en los demás, sino en mí misma.
Pero hasta que no empecé yo misma a crear arte (inspirada en parte por todos los artistas sobre los que leía) y a identificarme como artista, no llegué a valorar lo sumamente importante que era el inconformismo. Cuando vives inmersa en la cultura dominante, las idiosincrasias y las diferencias se te antojan muchas veces defectos. Pero en nuestro mundo —el mundo de los artistas— son nuestros puntos fuertes. Forman parte de lo que encarna nuestra “voz” artística: todo aquello que distingue nuestro trabajo de la obra de otros creadores, como el uso que hacemos de los colores o los símbolos, cómo aplicamos los trazos y los diseños, la elección de nuestros temas o motivos y lo que transmitimos.
Como la mayoría de la gente, siempre he sentido en lo más hondo de mi ser un tira y afloja entre encajar y destacar. Cuando empecé a crear arte como aficionada, a los treinta y pocos años, y también casi una década después, cuando inicié mi trayectoria profesional, me sorprendí sopesando infinitas cuestiones sobre adónde me encaminaba como artista: “¿Quiero formar parte de un movimiento artístico o de un género determinado? ¿Quiero centrarme en lo que es tendencia en la actualidad o ignorarlo? ¿Quién quiero ser como artista? ¿Qué pretendo transmitir a través de mi trabajo?”.
Lo que no acababa de entender del todo por entonces es que hacerse ese tipo de preguntas era señal de que estaba dando mis primeros pasos para descubrir —y para esforzarme por conseguir— mi voz artística propia: todas las historias concretas, todos los colores, los trazos, los símbolos, las líneas y los motivos de los que acabaría impregnándose mi trabajo. Cuando nos hallamos en proceso de buscar nuestra voz artística, vivimos casi de manera constante a caballo entre los planos de pertenencia e independencia, de formar parte de un movimiento y de mostrar nuestra forma personal de expresarnos, de emular a los artistas que admiramos y de romper del todo con ellos.
Dar con tu voz creativa es una de las experiencias más trascendentes que vas a vivir jamás. Y es un proceso que no admite prisas. Del mismo modo, tampoco es algo que “ocurra” por arte de magia, sino que se trata más bien de un ejercicio de disciplina a la vez que de un proceso de descubrimiento que permite —y exige— mucha experimentación y mucho fracaso. La mayoría de las veces, para encontrar tu voz creativa hacen falta años de práctica y de repetición, de frustración, de agonía, de humillación y de baja autoestima.
Dada su relevancia y vistos los desafíos que implica, cabría suponer que el proceso de formación de una voz artística propia es un tema del que los artistas hablan abiertamente en todo momento. Sin embargo, se trata de un asunto que apenas comentamos, salvo quizás en algunos programas de educación en arte. Lo cierto es que hay muy pocos artistas en activo, sobre todo aquellos que empiezan su trayectoria, que no se hayan preguntado en un momento dado cosas como: “¿He encontrado ya mi voz?”, “¿Cuándo voy a hallar por fin mi voz?” o “Creo que la he encontrado, pero ¿cómo puedo saberlo con certeza?”.
Estas preguntas son habituales porque el proceso de dar con nuestra voz puede parecernos enigmático o desalentador, algo que solo “determinadas personas”, que no somos nosotros, tienen la capacidad innata de conseguir. Al misterio contribuye el hecho de que no existe una imagen absoluta, nítida y perfectamente definida y mensurable de cómo es eso de dar con tu voz. De hecho, la voz de cada artista es y suena diferente, y, por definición, es lo que te diferencia de los demás artistas, no lo que te asemeja a ellos. Por el contrario, por ejemplo, muchos deportistas se marcan metas de rendimiento que sí pueden medirse, y compararse fácilmente con las de otros atletas del mismo deporte en función de unos estándares establecidos: número de goles marcados, segundos o minutos que se tarda en recorrer determinada distancia o metros recorridos en determinado tiempo. Como artista, tus metas son cosas como el inconformismo y la diferencia, ninguna de las cuales se basa en una serie de resultados mesurables. Así que, cuando des con tu voz propia, será muy diferente de cuando yo encontré la mía.
Para añadirle mayor confusión todavía al asunto, la expresión “encontrar tu voz” es un poco engañosa, pues suena a llegar hasta algo fijo y definitivo. Implica que, una vez que ya has encontrado tu voz artística, esta quedará inmutable para toda la eternidad. Sin embargo, en realidad, cuando ya la has encontrado, tu voz artística no deja de evolucionar, a veces de manera sutil y otras de modos más obvios e intencionados.
Y, por último, para complicar aún más las cosas, si bien uno de tus objetivos es dar con una voz que sea distinta de la de los demás artistas, eso rara vez ocurre sin la influencia de estos. Salvo en contadas excepciones, nos convertimos en los artistas en que nos convertimos porque nos han influido otros artistas, no a pesar de ello. No hay idea que sea del todo original, y que te influyan la obra de otra gente y otros movimientos creativos forma parte del proceso de buscar tu voz propia.
El proceso de hallar nuestra voz creativa es como desvelar un superpoder que tenemos. Tu voz artística es lo que te distingue y, en definitiva, lo que hace que tu trabajo sea interesante, característico, digno de comentar y deseado por otras personas. Independientemente del género de tu trabajo o de la técnica que emplees, disponer de una voz propia es como encontrar el santo grial. Mi intención es ayudarte a comprender lo que significa tener una voz artística y por qué es importante contar con una. En este libro explico también estrategias para sortear ciertos escollos, como la influencia y el miedo, además de proporcionarte consejos prácticos para que profundices en la experiencia de buscar tu voz propia. Y además no te vas a limitar a leerme a mí: te darán consejos al respecto diez artistas en activo. Mi objetivo es desmitificar ese proceso de búsqueda de tu voz artística para que obres con más facilidad tu magia creativa.
Este libro está dirigido a artistas de cualquier categoría: principiantes, artistas aficionados de toda la vida, aspirantes a artista profesional y profesionales en activo por igual. Ya estés iniciando tu trayecto artístico, te halles a mitad de camino o te hayas reincorporado tras una interrupción, espero que este manual te resulte edificante, alentador y motivador.
Lisa
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL