Leer es respirar, es devenir es la primera publicación que recoge los textos de Olafur Eliasson escritos hasta la fecha. A través de veinticuatro ensayos breves y de las evocativas imágenes de algunas de sus obras, el artista danés de origen islandés presenta los temas más recurrentes de su trayectoria artística y nos invita a reflexionar sobre su complejo universo estético y perceptivo: desde el papel que desempeñamos como observadores en un museo o nuestras reacciones frente al color y la luz, hasta los diferentes tipos de movimiento o la percepción del paisaje en el tiempo. Al igual que en su obra artística, en este libro —con prefacio del propio Eliasson— el artista nos anima a formar parte de sus reflexiones abiertas, a recorrer los diversos temas planteados y, sobre todo, a que tomemos partido como lectores y vayamos más allá de la propia obra.
Índice de contenidos
Prólogo
Sentirse leyendo
Moisés Puente
Leer es respirar, es devenir
Olafur Eliasson
Queridos todos. Queridos visitantes
457 palabras acerca del color
Verse sintiendo
La predicción del tiempo y el ahora
Notas sobre mis opiniones en común con Einar Thorsteinn
El medidor de movimiento para Lernacken
Los museos son radicales
Algunas ideas acerca del color
Los modelos son reales
Con Hreinn en mente
Condiciones lumínicas
El parlamento ProCoCon
Tu compromiso tiene consecuencias
Las sensaciones son acciones
Tus expectativas móviles
Encuentros de fricción
Un collage de textos
Sin título
Nata con pasto: la comida lo es todo, pero no todo es siempre comida
El tiempo en el retrovisor
Tronco berlinés a la deriva
Tu panorama arco iris
Tu movimiento sentido
Tu ahora gravitatorio
Bibliografía
Lista de ilustraciones
Extracto del prólogo
Sentirse leyendo
Algo extraño sucedía en la ciudad. Repartidos por todo Berlín, unos troncos desgastados por el batir de las mareas, procedentes de las costas islandesas, aparecían varados en lugares insospechados —aceras, isletas de tráfico, bajo puentes—, conviviendo con el trajín de viandantes, camionetas, coches y motos. También unas bicicletas con ruedas de espejo aparecieron esparcidas por toda la ciudad —en aparcamientos para bicis y en parques, apoyadas contra una pared, una valla o un árbol—, reflejando fragmentos de una urbe que ya de por sí está construida a base de fragmentos. Entre el tráfico, una furgoneta con un gran espejo adosado a un lateral circulaba pausadamente por calles y avenidas, giraba suavemente en las rotondas, cruzaba por debajo de puentes y viaductos, y se paraba en los semáforos. El gran espejo seguía los dictámenes del tráfico berlinés y sus reflejos se confundían con el telón de fondo de la ciudad. El registro del deambular de este espejo acabó dando lugar a un vídeo que más tarde se expondría en el Martin-Gropius-Bau y que dio título a la mayor exposición antológica de Olafur Eliasson, Innen Stadt Außen (literalmente, “la ciudad interior fuera”), celebrada en 2010 en la ciudad adoptiva del artista danés de ascendencia islandesa, desde que, en 1994, trasladara su estudio a la capital alemana.
Los viandantes reaccionaban con extrañeza ante las distorsiones que producían los troncos varados en insólitos lugares, las bicicletas abandonadas aquí y allá y el gran espejo ambulante, preguntándose cómo habían ido a parar allí, o qué finalidad tenían realmente. Probablemente pocos entendieron que aquello formaba parte de una exposición que se celebraba en un museo; las obras diseminadas por Berlín pillaban desprevenido al espectador, sin apenas herramientas para explicarse estos hallazgos. Si las obras habían salido del museo para ocupar diversos lugares de la ciudad, esta última entraba en el museo desde el inicio de la exposición: unas losas de piedra (Berliner Bürgersteig: Acera berlinesa), las mismas que se utilizan para pavimentar las aceras berlinesas, formaban un recorrido que acompañaba al visitante por las primeras salas de la exposición. Frente a muchas de las piezas expuestas, la primera reacción del que las contemplaba era de nuevo preguntarse qué hacía aquello allí, cómo había llegado hasta el museo. Después de cierto tiempo (necesario) de adaptación ante el extrañamiento que provocaban las obras, el espectador intentaba descubrir el “truco”, como queriendo encontrar el ardid de un hábil prestidigitador. Junto a una ventana del edificio del museo, un plano de césped se elevaba a la altura de la primera planta mediante un andamiaje (Succession: Sucesión), dando la sensación de que, tras haber subido a la planta primera, habíamos vuelto de nuevo a la planta baja. Otro aparatoso andamiaje soportaba un gran espejo frente a la fachada del edificio (The curious museum: El museo curioso), haciendo que al mirar por la ventana nos viéramos reflejados, mirándonos a nosotros mismos observando en un acto de introspección individual. En el hall principal, un enorme montaje de espejos (Mikroskop: Microscopio) hacía desaparecer la arquitectura del edificio para vernos a nosotros mismos multiplicados hasta el infinito con el enorme lucernario del museo de fondo. Como si estuviéramos en el estudio del artista, una sala de ensayo con una gran mesa alargada repleta de maquetas (Model room: Sala de maquetas), se teñía de una luz amarilla que, sorprendentemente, hacía que uno viera a su vecino en blanco y negro; y al atravesar otra de las salas, el espectador, a su paso, creaba sombras de diferentes colores (Your uncertain shadow: Tu sombra incierta). Unas puertas daban acceso a una sala cerrada (Your blind movement: Tu movimiento ciego) donde la saturación de color era tan intensa que el espectador caminaba a tientas por entre una gradación de color que se pegaba a su retina, produciendo imágenes remanentes que le hacían confundir el color real de la luz con el que generaba su propio cerebro. Y en una sala oscura con una manguera con agua a presión colgada del techo (Water pendulum: Péndulo de agua), unos fogonazos de luz estroboscópica hacían visibles en la oscuridad los trazos azarosos dibujados de los chorros de agua que salen disparados de la manguera.
El recorrido por las salas de la exposición tenía algo de atracción de feria; el visitante estaba a la expectativa de qué efecto le sorprendería en la siguiente sala, aguardando el siguiente truco. Sin embargo, la finalidad de dichos efectos es bien distinta. El extrañamiento no hace más que ponernos alerta para que nos percatemos del papel que desempeñamos como espectadores, tanto de una pieza artística como de una institución museística, para que seamos conscientes de que somos actores, mediadores y coproductores de las obras. Las obras son capaces de provocar en nosotros una nueva visión del mundo; despiertan emociones de diversa índole que animan a la exploración del discurso artístico. No se trata solo de mirar las obras, sino de dejar que te rodeen, que te envuelvan para pasar a formar parte de ellas, de una forma pasiva o activa, según nuestras capacidades de observación y reflexión. La exposición no puede dejar indiferente; de otro modo sería un rotundo fracaso. [...]
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
(Pilar Pinchart, Skfandra, 10/07/2012)
Acceder«Hay artistas cuyas capacidades están más allá, más allá del devenir o del respirar, y cuya capacidad de emocionarnos con sus obras, a veces -no siempre- es igual de potente en sus palabras, generalmente sencillas, generalmente comprensibles. Esto es este libro.» (Pilar Pinchart, Skfandra, 10/07/2012)
(Ángela Molina, El País, 02/08/2012)
Acceder(J.S de Monfort, Artishock, 06/05/2013)
Acceder«Formalmente, Leer es respirar, es devenir se compone de 24 ensayos breves (microensayos, a veces), escritos durante el período 2001-2012. De todos ellos solo uno, Tu panorama arco iris, de 2011, es inédito. El valor del libro, sin embargo, reside en la posibilidad de cotejar los textos, en ver no tanto su evolución (a pesar de que en la obra de Eliasson hay una cierta mudanza desde la fenomenología y hacia al pensamiento contextual) como su reverberación: su sistema de relaciones.» (J.S de Monfort, Artishock, 06/05/2013)