Ciudades sin pasado
(Andrés Martínez Medina, Arquitectura Viva 142, 04/2012)
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La expresión Cinturón del Sol (Sunbelt) designa la franja de Estados Unidos comprendida entre el paralelo 37 y la frontera con México. En ella se ubican los catorce estados y las decenas de ciudades que protagonizan este libro: Los Ángeles, Phoenix, Dallas, Houston, Atlanta, Miami, etc.
Sin embargo, el Cinturón del Sol es algo más que un término geográfico: es un estilo de vida; un cóctel compuesto de conservadurismo político, ultraliberalismo económico, modos de vida suburbanos, alta movilidad, buen clima y ocio. En las dos últimas décadas numerosos teóricos han vuelto su mirada hacia esta zona, convencidos de que allí se está forjando el futuro de la ciudad estadounidense. Algunos, incluso, han ido más allá y aventuran “la cuarta revolución urbana”, que daría paso a una nueva fase de la historia de la ciudad.
Texto de la introducción
En el lugar apropiado en el momento adecuado…
Con la expresión Cinturón del Sol (Sunbelt) se designa la franja de Estados Unidos comprendida entre el paralelo 37 y la frontera con México. En ella se ubican 14 estados —la mitad sur de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Oklahoma, Arkansas, Luisiana, Tennessee, Mississippi, Alabama, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Florida— y también decenas de ciudades —Los Ángeles, Phoenix, Albuquerque, Dallas, Houston, Atlanta, Miami, etc.—; ellas son las protagonistas de este libro.
Sin embargo, el Cinturón del Sol es algo más que un término geográfico, es un estilo de vida, un delicioso cóctel compuesto de conservadurismo político, ultraliberalismo económico, modos de vida suburbanos, alta movilidad, buen clima y ocio. The New York Times lo calificó como un “experimento cultural y político”, aludiendo al masivo traspaso de poder que ha recibido en las últimas seis décadas desde las metrópolis del noreste, centros tradicionales del mismo.
Este “experimento” ha provocado una gigantesca transformación urbana. En 1967, Robert Riley, exalcalde de Albuquerque, declaraba: “Puede ser que lo que estemos viendo emerger sea la tercera etapa de la historia de la ciudad, una ciudad postindustrial tan diferente de la ciudad industrial como esta lo fue de los asentamientos preindustriales”. Su intuición se confirmó. Dos décadas después numerosos teóricos volvieron la mirada hacia el Cinturón del Sol convencidos de que el futuro de la ciudad estadounidense se estaba forjando allí, en un territorio opulento, conservador, dinámico, abierto, liberal y emprendedor, un territorio que resumía la esencia de lo que a los estadounidenses les gusta pensar sobre sí mismos.
Uno de ellos, Pierce Lewis, advertía que la tarea que tenían por delante, llegar a entender estas ciudades, no era sencilla: “No podemos hablar de un fenómeno si no contamos con un vocabulario que lo describa, y muchos observadores aún no se han puesto de acuerdo sobre cómo nombrar esta nueva y amorfa geografía urbana”. Infinidad de neologismos lo habían intentado: disurbia, exópolis, outer city, outtown, penturbia, ruburbia, technoburb, etc. La mayoría fueron acuñados a finales de la década de 1980, pero había uno que databa de 1962, anti-city, creado por Lewis Mumford para calificar la marea suburbial que inundaba las metrópolis norteamericanas de aquellos años y que negaba las formas y principios de la ciudad tradicional.
Este libro parte de una hipótesis similar. Habitualmente, la “urbanidad” ha sido definida como un sistema de valores colectivos que se apoya sobre cuatro pilares: permanencia (estabilidad temporal), diversidad (diferenciación múltiple), memoria (sustancia histórica) y consistencia (materia construida). Pues bien, en el Cinturón del Sol todo esto se está desvaneciendo. Por decirlo de otra manera, sus ciudades son cada vez menos “urbanas” y cada vez más “otra cosa” difícil de definir.
Y, sin embargo, es necesario hacerlo. Convencidos de que nombrar las cosas es el primer paso para asimilarlas, hemos decidido añadir otro neologismo a esa larga lista, uno inspirado por el de Lewis Mumford pero filtrado por la mirada europea: anti-polis, una ciudad que responde a patrones físicos, funcionales, sociales y culturales contrapuestos a los que Occidente heredó de la polis griega, una ciudad que tan solo se puede definir como negación de “lo urbano”: in-estable, in-diferenciada, in-sustancial e in-material.
Antípolis, la ciudad sin permanencia, sin diversidad, sin memoria y sin consistencia; un auténtico laboratorio urbano donde se destila una contemporaneidad químicamente pura. Como decía Nan Ellin: “Cuando vivía en París, añoraba no haber estado allí en la década de 1860, cuando la ciudad estaba experimentando las radicales transformaciones sociales y urbanas que determinaron su destino. Cuando vivía en Nueva York, añoraba no haber estado allí en la década de 1910, cuando su inimitable carácter se estaba fraguando a base de migraciones y construcciones colosales. Y cuando vivía en Los Ángeles, añoraba no haber estado allí en la década de 1950, su década más definitoria. Al vivir en Phoenix los últimos siete años, he sentido que por fin estoy en el lugar apropiado en el momento adecuado”.
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
(Andrés Martínez Medina, Arquitectura Viva 142, 04/2012)
Descargar«Antípolis es, en síntesis, la descripción de la ‘nueva ciudad’ del ‘nuevo imperio’ al otro lado del Atlántico, cuyas características son contrarias a las de la ‘vieja ciudad’ del ‘viejo imperio’ junto al Mare Nostrum: lo antiurbano es ahora lo urbano.» (Andrés Martínez Medina, Antípolis, Arquitectura Viva 142, 04/2012)